viernes, 26 de agosto de 2016

Presencias vacías.


He visto a tu sombra, paseándose a altas horas de la noche por mi habitación, recordándome tu ausencia que tantas noches de insomnio y llantos desconsolados me ha supuesto.
Le he pedido que se vaya, pero no parece ser menos cabezota que tú e insiste en acompañarme en mis noches de soledad y charcos en el suelo, en ocasiones viéndose reflejada en ellos y asustándose por su irreconocible aspecto: oscuras ojeras enfermizas y el rastro de unas recientes lágrimas surcando sus pálidas mejillas, que solían brillar con más intensidad que el sol en su momento de esplendor, bien por las carcajadas que le provocaban mis chistes sin sentido o bien por el placer que le producía correrse entre mis brazos.

La he visto llorar desconsoladamente en un rincón, haciéndome compañía y provocando que extrañe la tuya;
la he visto gritar e insultar sin compasión alguna por la frustración que le producía sentirse incomprendida y sola en numerosas ocasiones;
la he visto sentada en un bar, ahogando sus penas en otros brazos que no fuesen los míos, abanicándose de calor y provocando el mismo a su paso;
la he visto agazapada en el alféizar de su ventana, sintiendo la música con los ojos cerrados y la piel
erizada, como si de mis caricias se tratase;
y es que, la he visto de tantas maneras, en tantos momentos, que me es imposible no invitarla a la cama y recorrer su cuerpo como si lo conociese tan bien como su pasado, para que a la mañana siguiente, a la primera luz del alba, su presencia desaparezca y con ella la sensación de volver a sentirte cerca, aunque no lo hayas estado desde aquella noche que decidiste que esta cama,
estos brazos
y esta vida,
no eran tu lugar.

sábado, 28 de mayo de 2016

Perder(nos)

Mírame;
clava tu pupila en la mía,
pero no durante mucho tiempo que me sonrojo
aunque estos hijos de puta
perdón, mis ojos
griten frenéticos
por mirarte otra vez.

Sonríeme;
que de entre esas mil y una sonrisas
que contemplo en ti cada día,
una de ellas pronuncie un te quiero
en silencio,
en verso,
o en beso.

Abrázame;
rodéame con tus brazos
y no me dejes escapar,
que aunque dicen
"aquello que es bonito no perdura"
yo no pienso irme jamás.

martes, 3 de mayo de 2016

Tempus fugit.

Llevo tiempo intentando mendigar al destino por un instante que haga que no me sienta vacía,
porque sí, creo en los momentos felices, que aunque fugaces, perduran allí donde hacen su gran aparición.

Llevo mucho tiempo mirando al suelo, sin fijar la vista al frente, y te preguntarás por qué, si las mejores oportunidades se encuentran a mi alrededor, y si bien eso es cierto, ellas han decidido pasar de largo y sólo me queda la triste esperanza de que podré recoger de él las ilusiones ya rotas y ennegrecidas para reconstruirlas y volver a darles vida, porque no hay nada más bonito que reconstruir las piezas de alg(uien)o que un día estuvo roto.

Llevo demasiado tiempo aquí sentada viendo el tiempo pasar, cuando lo único que un día quise hacer fue abrazarle y reírme del tiempo y del olvido, creyéndoles incapaces de alcanzarnos, porque joder, todo se detenía cuando le tenía al lado,
 y negando lo inevitable que aún estaba por llegar, finalmente, llegó nuestro final.

Porque en esta vida todo llega a su fin, incluso su sonrisa que un día me pareció infinita y que fue el motivo de otras tantas mías,
los besos furtivos cuando creíamos que nadie nos miraba y nos sentíamos los dueños de todo lo que nos rodeaba, y lo que es más importante aún, de nosotros mismos,
el brillo en sus ojos cuando le decía lo precioso que estaba ese día, y al que muchas otras miradas pudieron llegar a envidiar,
el vaivén de su pelo retando al viento a un duelo de delicadeza y elegancia, que siempre acababa ganando él,
los besos que acababan en sonrisas
y
los 'te quiero' que acababan en polvo y no en cenizas.

Que sí joder, que llevo mucho tiempo pidiéndole al viento, el cual declaro como testigo, que me devuelva esas sonrisas bobaliconas que esbozaba al mirarle fijamente a los ojos, y gritándole a la lluvia que me devuelva las noches en las que juntos corríamos desenfrenadamente por las calles de Madrid, mi preciosa Madrid, mientras entre beso y beso, buscábamos un refugio a la formidable lluvia que nos empapaba, hasta que rindiéndonos en la búsqueda, optaba por sus brazos como el mejor refugio posible.
Y allí, abrazados en medio de la nada, sentíamos el agua caer sobre nuestros cuerpos en representación al llanto de los muchos corazones que vivían sin llegar a vivir y morían sin llegar a hacerlo, de los cuales el mío no formaba parte,
aunque ahora
sí.